24 horas, 1440 minutos, 86400 segundos...

Hoy ha sido un día diferente, un día distinto, un día en el que todos los que hemos tenido la oportunidad de vivirlo, hemos quedado una huella en alguna parte de nuestro interior. Si tuviera que elegir un momento, sería bastante complicado, porque cada uno de los segundos, de los minutos, de las horas vividas, han sido tan intensos que nos han tocado el corazón.

Desde que nos adentramos en Venecia empecé a tener sentimientos encontrados. No paraba de preguntarme cosas...el porqué se repetía una y otra vez en mi interior. Porqué había un lugar tan alejado de la “civilización”, porqué tenían accesos imposibles para llegar al mismo, porqué no había un camino medio llano donde poder al menos caminar dignamente, porqué no había luz que iluminase sus noches y sobre todo porqué ellos se merecían vivir en tales condiciones.

La respuesta a todas estas preguntas tardaré en despejarlas, pero si algo me sorprende es cada una de las lecciones recibidas a lo largo de este día, lecciones que probablemente no me ayuden a entender tales desigualdades, pero si que me enseñen a entender que otra forma de vida es posible.

Una forma más humana, más cercana, más vital, más personal, más afectiva, más tolerante, más solidaria, más respetuosa...es difícil aceptar que otra gente pueda vivir de una manera tan diferente y mucho más rica en valores que nosotros, en estos momentos es cuando realmente me doy cuenta de que lo material, es sólo plástico, y que lo personal no tiene precio, no se vende ni se compra, y quizás debamos reflexionar nuestra manera de pensar, de sentir, de aprender, y sobre todo de vivir la vida que nos han regalado...