miércoles, 28 de abril de 2010

Reflexión final...

Si, para mi desgracia ha llegado el final de mi primer contacto con Nicaragua y con él, el momento de plantearme qué ha supuesto una experiencia de tal magnitud en mi persona. Si de algo estoy segura es que realmente ha merecido la pena, porque me ha ayudado a ver y conocer lo más profundo del primer país de habla hispana más “empobrecido” de América, lo cual a su vez, me ha llevado a mirar la situación mundial que vivimos de una forma mucho más crítica.

Algo que me hace “mucha gracia” es cuando hablamos de países subdesarrollados, países en vías de desarrollo, o países del tercer mundo para referirnos a aquellos países que están por debajo de nuestra categoría, por debajo de nuestro nivel. Países a los que les queda un largo camino que recorrer para asemejarse a lo que somos nosotros. Y yo una y otra vez me cuestiono si realmente merecerá la pena que todos estos países pierdan su identidad y dejen de ser lo que son, para convertirse en lo que nos hemos convertido nosotros.

Países materialistas y capitalistas donde lo que prima es lo económico, donde vales lo que tienes, y si no tienes no vales. ¿Dónde están los valores que en esos países pobres están presentes en cualquier lugar? ¿No será que los pobres somos nosotros y los ricos son ellos? Tendremos mucho más poder adquisitivo que ellos, pero desgraciadamente con eso no podemos comprar ni una pequeña parte de lo que allí conservan y que aquí, en gran parte gracias a todo este formidable desarrollo que poseemos, hemos perdido...

A nadie le gusta vivir bajo los umbrales de la pobreza, pero si de algo me ha servido este viaje, es a aprender que con alimento y salud se puede vivir bien feliz, y que una sociedad de consumo como la nuestra, no lleva a buen cauce. La prueba la tenemos en lo que la juventud se está convirtiendo. Y si ese es el futuro que nos espera, mejor que sean robots los que gobiernen este primer mundo tan avanzado, porque como lo hagan las generaciones de analfabetos que están por venir, el fin del mundo puede que esté bien cerca.

Quizás debamos plantearnos si tantos adelantos no se estarán convirtiendo en atrasos; aún estamos a tiempo de que antes de intentar cambiar otras sociedades, analicemos la nuestra, porque probablemente no seamos conscientes de que el problema podamos ser nosotros y que desde aquí nazcan esas desigualdades que hacen que el norte y el sur sean mundos diferentes.

Si algo me queda claro, es que a parte de la situación precaria en la que viven muchas familias en muchos países, hay algo que se asoma por encima de todos y es la felicidad, una felicidad que día a día celebran por conservarla, por mantenerse unidos, por tener algo con lo que alimentarse y que les ayude a estar fuertes para seguir trabajando.

¿Dónde? No importa, en cualquier lugar que les aporte un beneficio mínimo con lo que poder conseguir algo para comer al día siguiente y con ello sacar la sonrisa de su familia. Me quedo con una frase que leí de mi compañera y amiga Katy y que dice así:

“La capacidad más admirable del ser humano es
encontrar la felicidad en la miseria más extrema”

La felicidad que allí tienen en nada se asemeja con la que tenemos aquí y que percibo de otra manera mucho más desde que llegué de este viaje: una felicidad totalmente material, una felicidad de plástico, una felicidad comprada. Y yo me pregunto: ¿Dónde queda esa felicidad real e infinita? Quizás debamos empezar a buscarla, y doy una pista, si queréis encontrarla seguid a la brújula que os indique el sur...

2 comentarios:

  1. tiiiiiiiiiiiiiiiaaaaaaaa!!!!!!!!!! me encantan tus últimas entradas!!! son preciosas!!!! ains, jopeeee. casi lloro!!!

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  2. que bonito irenen! me encanta! totalmente de acuerdo contigo en todo. la choni

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