miércoles, 28 de abril de 2010

Informe de día: Jueves 18 de Marzo de 2010

Ya es jueves. Me despierto como jefa de día y por mi cabeza rondan muchas cosas. La primera que me abruma es saber que hoy será nuestro último amanecer en el Centro de Ticuantepe. Ya nunca volveré a despertarme en esa habitación, nunca volveré a arroparme con esas sábanas y la alarma de mi móvil no volverá a retumbar entre esas cuatro paredes.

Me siento triste, muy triste y apenada, de pensar que esta historia llega a su fin. Quiero y no quiero hacerme la idea de que todo lo bueno se acaba. Me aterra conocer cómo serán nuestras vidas a partir de ahora y sobre todo después de vivir una experiencia de esta magnitud.

Tras despertar a mis compañeros como de costumbre con una canción, en este caso “Mi niña bonita”, melodía que nos ha acompañado en muchos momentos de nuestro largo camino y que a muchos de nosotros nos produce una sonrisa en el rostro, nos ponemos las pilas y después de desayunar nos dirigimos a Managua.

Hoy nos han regalado un día de compras. Nos dividimos por grupos y nos vamos a diferentes lugares para más tarde reunirnos en el gran mercado Roberto Huembes, llamado así por uno de los caídos en la Revolución Sandinista. Los más golosos han tenido la suerte de conocer una tienda donde venden cacao puro de Nicaragua, un manjar para los más dulces. Otros nos decantamos por regalar puros de la región de Estelí, zona principal de cultivo de esta planta. Los enamorados de las letras visitaron una librería con gran solera donde pudieron llevarse un recuerdo de las letras nicas.


Una vez en el mercado, todo nos llama la atención. Vida, mucha vida, muchos colores, olores, y en general un ir y venir de mercancías en constante movimiento. Un lugar donde los puestos no tienen ni principio ni fin. Una especie de ultramarinos gigante donde puedes encontrar desde todo tipo de alimentos, a animales, pasando por artesanía, y ropas de todas las formas y texturas.


Todo este mejunje va a acompañado de una pregunta: “Señor/a, ¿qué está buscando?”. Todo el mundo pretende llamar nuestra atención para vendernos lo más mínimo y ganar algún sustento para alimentar a su familia.



Hay que reconocer que este lugar no es el entorno ideal para un claustrofóbico, ya que la desorganización de los puestos, las innumerables calles y la marea de gente pueden llegar a agobiar a cualquier ser humano. Pero no es mi caso. Me encanta ver cómo se busca la vida tanta gente, con cuánta vitalidad y energía, y si encima tenemos en cuenta sus condiciones laborales, me sorprenden mucho más.


Hemos tenido la oportunidad de comer en el mismo mercado, en una especie de nave donde el calor nos ha acompañado, pero la sabrosa comida y la refrescante bebida han hecho que olvidemos tal sofoco. Mientras comemos se nos acercan muchas personas, cualquier cosa vale. Varios niños intentan vendernos cualquier cosa con la que sacar algún córdoba, pero no hacemos caso, porque si ese niño llega a su casa, si es que tiene, y sus padres ven que lleva dinero, probablemente al día siguiente esté en el mismo sitio con el doble de carga para vender. Es duro pero no queda otra opción que no hacerles caso.


Mientras comemos nos sorprende un hombre que grita al final del comedor. ¿Pasa algo? Nos preguntamos muchos de nosotros. No, sólo está predicando el evangelio, nos comentan. Y es que la religión está presente en cada rincón. Quizás este hombre no sepa que en vez de captar adeptos logre asustarlos, porque realmente llega a poner los pelos de punta.

Tras la comida tenemos un rato libre para descansar y ultimar compras y de camino al Centro de Ticuantepe, nos despedimos de Managua, una gran urbe, que como este mercado, está siempre llena de vida.

Es hora de hacer las maletas. El Centro debe quedar igual que cuando llegamos, como nuevo. Estamos nerviosos, no sabemos cómo meter en sólo dos bultos tantas historias, tantos sentimientos, tantas vivencias y tantos regalos, sobre todo las hamacas. Una vez depositadas las maletas en la última habitación que pisaremos, nos arreglamos para ahora sí: “LA ÚLTIMA CENA”.

Se avecina una noche difícil, repleta de despedidas, pero hay que ser fuertes y vivir hasta el último segundo de la forma más intensa.

Vamos a cenar a un lugar que desde la primera vez que fuimos nos sorprendió. Un ranchón de dos plantas adornado con una enorme piscina donde puede bañarse desde el más friolero hasta el más caluroso y en el que la naturaleza, como en casi todo el país, nos arropa.


Estamos casi todos, sólo faltan dos personas, Victoriano (nuestro gran amigo informático) e Isabel (Metodóloga y amiga nicaragüense) que también nos han acompañado en este viaje y que por motivos personales no pueden estar con nosotros.

Han querido estar presentes las tres niñas que han trabajado en la atención y limpieza del centro para que todo estuviese en orden. También lo hicieron Patricia y su hermana con su marido. Así como nuestros dos conductores oficiales: Jairo y Rigo con toda su familia. Grandes profesionales y mejores personas que nos han custodiado a lo largo de nuestro camino y han compartido nuestros testimonios de vida.

Tras la cena vino uno de los momentos más tristes. Abandonamos el restaurante y se avecinan las primeras despedidas. Caras serias, miradas perdidas, gargantas mudas...nunca deseábamos que llegase este momento, pero queramos o no, aquí está y no queda otra que enfrentarse a él. Hasta siempre amigos, decían algunos. ¿Hasta siempre? ¡No! Será hasta pronto, porque pienso volver...opiniones de todo tipo adornadas con más o menos optimismo, pero que en ese instante son duras de aceptar.


Es difícil hacerse la idea de que esas personas con las que tantos buenos momentos hemos vivido y tanto nos han aportado, ya no vayan a formar parte de nuestras vidas a partir de ahora.

Para quitarnos el mal sabor de boca de las despedidas, nos vamos a una de las mejores discotecas de Managua, llamada MOODS, donde la música y los bailes hacen que nuestras penas se vayan poco a poco de nuestras mentes y volvamos lentamente a la realidad que nos espera. Una realidad que en mi caso aún está borrosa...o quizás sea porque aún no quiera despejarla.

Sole, he aquí mi pequeño homenaje a ti, por esta inolvidable noche latina, jeje, por este gran viaje, y por cada una de las mil anécdotas e historias con las que nos vamos...GRACIAS!!!


Cierra la discoteca y volvemos a nuestro microbús de regreso a Ticuantepe, ese que nos ha transportado a lugares imposibles por caminos empedrados, a lugares donde la magia siempre ha estado presente. Al subir algo no está como de costumbre. Nuestro conductor ya no es Rigo, algo nos falta, uno de los pilares de nuestro viaje ha caído. Y con él, muchos de nosotros, entre la pena y el cansancio acumulado, nuestros párpados acaban cerrándose.

Ha sido un día muy bueno y a la vez muy triste para todos. Pero si algo nos queda claro, es que somos unos afortunados de haber podido vivir un viaje así. Ojalá y algún día se repita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario